martes, 1 de julio de 2014

 Fuente: http://37.media.tumblr.com/1edae94bba9b54dd5fbcb5cf87c97f0f/tumblr_n33ro8Vds91rscxnho1_500.jpg


Le gustaba llamarlo "Charlie Boy" porque lo había conocido en un tiempo en que The Lumineers sonaba a todas horas por su casa. Era curiosa esa manía suya de llamar por el nombre de una canción a alguien que había formado parte de su vida por un tiempo, aunque ese tiempo fuera efímero. Por ejemplo, a aquel chico lo había apodado "I always knew" solo porque su cara le recordaba a uno de los miembros de The Vaccines; y aquel otro era su "It's time" personal ya que lo conoció el mismo día que vio por primera vez el trailer de The Perks of Being a Wallflower. 
Entre sus favoritos estaba "Society", un tipo que despreciaba tanto el dinero y todo lo que ello significa, como el protagonista de la película a la que Eddie Vedder ponía banda sonora. "Por mi tripa" también fue uno de sus efímeros preferidos, pero de ese prefería no hablar nunca. Hay cosas que es mejor mantener entre dos y no deformarlas  al narrárselas a otro. 
En cambio, "Wake Me Up When September Ends" era una historia triste, de esas personas a las que había tocado reconstruir (o revivir) y volverlas a poner en funcionamiento.
Recordaba también su "Otherside" de los Red Hot Chili Peppers y su disco entero de Oasis. Sin embargo, aún no tenía ningún The Beatles al que ponerle nombre. 
"Cigarettes" cumplió el "all the cigarettes I have never smoke" y fue de los más breves que pasaron por su vida. Sin embargo, "Paint it Black" se quedó más tiempo del que ella jamás pensó que se quedaría, y eso, de alguna forma, la hizo feliz. Por eso ahora escuchaba más a los Rolling.
Aún así, ahí estaba, con un cuaderno a medio escribir de historias tan cortas que no merecía la pena ni leer. Y a pesar de todas esas canciones, quizá la historia que más doliera fuera "Hurt" de Johnny Cash, que pensándolo bien, no era más que su propia historia. El "everyone I know goes away in the end" hacía eco en su cabeza y la hería de cuerpo y alma. Tampoco había habido nadie  que hubiera querido quedarse con su imperio y si lo meditaba, a lo mejor lo que necesitaba  no era una historia corta, sino una melodía que llenara el vacío musical entre canción y canción; algo que no tuviera más paradas que los silencios que componen la pieza final, solo para darle más emoción a la música (o a la historia).  
Se hallaba ahí en medio, inmersa en esa soledad entonada por el mismísimo Johnny Cash. Y no sabía qué hacer, ni qué decir, ni qué otra canción escoger... Y no sabía si llorar o reír, ni a quién culpar o con quién resentirse.
Quizá había sido su culpa por no abrirse lo suficiente, o quizá era culpa del mundo por vivir siempre a una velocidad de vértigo y no frenar cuando hace falta. Fuera cómo fuera, ahí le quedaba un roto que ya ni el arte conseguía arreglarle, y dolía, y caían tormentas por dentro. Y no había salidas, ni nuevos comienzos.


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