martes, 23 de julio de 2013

4.35



Tienen por costumbre hacernos creer que las grandes cosas solo pasan en la ficción, que las mejores personas únicamente se encuentran entre las páginas de ciertos libros y las cosas excepcionales solo se pueden ver a través de una pantalla. Nadie cree que podamos encontrar lo que soñamos en la realidad, ni que todo aquello sobre lo que leemos ciertamente ocurra. Pensamos que todos esos personajes son idealizados y que todo lo que deseamos es una mera ilusión que se queda en lo surrealista. Nunca existirá aquella chica de grandes ojos azules y costumbres raras, ni el guitarrista que convierte los "ella" en canciones; tampoco sabremos nunca sobre un coleccionista de vinilos de The Smiths, The Who, The Beatles o The Rolling Stones; ni mucho menos de una chica que escribe largas cartas,es capaz de hablar sobre todo y hacerte reír como nadie. Las chicas estancadas en los años 60 no existen y los que por el contrario, les gustaría vivir en los ochenta, o son raros, o jamás sabremos de ellos. No creemos en las personas excepcionales. Aunque por creer, no creemos en nada. 
Los libros son historias inventadas, al igual que las personas que aparecen en ellos. Sin embargo, lo que no nos cuentan, es que en un noventa por ciento de los casos existe una inspiración, un alguien que sirve de base para el resultado final. Y esa inspiración es real, de carne y hueso, y puede estar en cualquier sitio. Nadie sabe si esa chica con la que te acabas de cruzar es la protagonista de un poema escrito por un poeta amateur, ni si aquella pareja que se está tomando un café en una terraza ha sido el fundamento de una novela de amor; quizá incluso la simple sonrisa de alguien ha sido el elemento clave de una fotografía; o las manos de un ama de casa, los trazos del dibujo de un artista. A lo mejor hasta tú mismo has sido esa inspiración de una persona y ni siquiera eres consciente de ello... Porque la magia está en los libros, en las películas, en el arte, sí; pero la chispa está en la vida, en nosotros mismos, en lo que hacemos y en lo que otros ven de nosotros. Somos especiales, sí; somos ese "él" o "ella" de las historias; pues al final del todo, resulta que nosotros somos la magia.

martes, 9 de julio de 2013

Los buenos momentos no se planean, los buenos momentos se viven.




Lo podría describir de mil formas: tu brazo describiendo ondulaciones contra el viento, asomado por la ventanilla de un coche en un día soleado; tu corazón latiendo fuerte antes de un primer beso con alguien; tú subiendo a un avión, con destino a cualquier lado lejos de tu vida cotidiana; una bicicleta tomando una curva, decelerando a gran velocidad; tú en un parapente sobrevolando un pueblo, viendo diminuto lo que siempre nos parece tan grande, volando a través de las montañas, a través de los ríos, de los lagos, del mar, de las personas. Totalmente perdido entre las nubes; música a todo volúmen sonando en tu casa, sabiendo que nadie te molestará y no estropeará el momento; bolas del mundo a las que señalar al azar, eligiendo un lugar sin importar el "dónde"; tú en una moto a toda velocidad, bajo el Sol, sin ningún coche en el horizonte y tu cuerpo levantado, aferrado a la persona de delante, con las manos en alto y el aire golpeándote la cara, moviendo el pelo en una misma dirección; tú haciendo el muerto en medio del mar, con los oídos dentro del agua anulando todo el ruido sobrante del mundo, descansando, con la mente en blanco; nuestra canción favorita en nuestros auriculares cuando nadie nos mira; cosas sin planear que acaban siendo las mejores casualidades; momentos absurdos que al final terminan por ser los mejores; carcajadas descontraladas que sin quererlo acaban en lágrimas de felicidad; días sin fin, "holas" sin "adiós"; nosotros soñando cosas imposibles; Libertad en estado puro.