martes, 9 de julio de 2013

Los buenos momentos no se planean, los buenos momentos se viven.




Lo podría describir de mil formas: tu brazo describiendo ondulaciones contra el viento, asomado por la ventanilla de un coche en un día soleado; tu corazón latiendo fuerte antes de un primer beso con alguien; tú subiendo a un avión, con destino a cualquier lado lejos de tu vida cotidiana; una bicicleta tomando una curva, decelerando a gran velocidad; tú en un parapente sobrevolando un pueblo, viendo diminuto lo que siempre nos parece tan grande, volando a través de las montañas, a través de los ríos, de los lagos, del mar, de las personas. Totalmente perdido entre las nubes; música a todo volúmen sonando en tu casa, sabiendo que nadie te molestará y no estropeará el momento; bolas del mundo a las que señalar al azar, eligiendo un lugar sin importar el "dónde"; tú en una moto a toda velocidad, bajo el Sol, sin ningún coche en el horizonte y tu cuerpo levantado, aferrado a la persona de delante, con las manos en alto y el aire golpeándote la cara, moviendo el pelo en una misma dirección; tú haciendo el muerto en medio del mar, con los oídos dentro del agua anulando todo el ruido sobrante del mundo, descansando, con la mente en blanco; nuestra canción favorita en nuestros auriculares cuando nadie nos mira; cosas sin planear que acaban siendo las mejores casualidades; momentos absurdos que al final terminan por ser los mejores; carcajadas descontraladas que sin quererlo acaban en lágrimas de felicidad; días sin fin, "holas" sin "adiós"; nosotros soñando cosas imposibles; Libertad en estado puro.

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