domingo, 1 de julio de 2012

Que ni el dinero es capaz de comprar la felicidad.


El único precio que tiene la vida son los golpes que hemos sido capaces de aguantar a lo largo de ella, las veces que hemos conseguido matar las lágrimas a base de sonrisas, la cantidad de veces que nos hemos levantado a pesar de que la caída haya sido desde el mismo Empire State de Nueva York. Patada tras patada, golpe tras golpe, herida tras herida. No importa lo mucho que te hayas hundido, lo importante es lo alto que hayas volado para volver a la superficie, e incluso, volar sobre el suelo. Que la felicidad no es capaz de comprarla ni siquiera el dinero, la felicidad se construye, paso a paso, curando las heridas, sonriendo a los problemas, haciéndolos pequeños y solucionándolos, poco a poco, sin prisas, con el único objetivo de volver a ser felices. 







Que si de precios hablamos, a la felicidad le pongo el infinito.

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